Un jardín de estilo inglés, el primero en Italia, diseñado por Piermarini en 1778. Hablamos de los Giardini Reali della città di Monza, una alternancia de árboles y prados, grutas, estanques y pequeñas cascadas.
Paseando por los senderos, se puede admirar un característico templo dórico reflejado en las aguas del lago, ¡habitado por cisnes, tortugas, patos y ranas! Quién sabe si entre ellos se esconde un príncipe!
Desde la orilla del estanque, podrás admirar a continuación la gruta y la estatua de Neptuno, o atravesar el jardín rocoso para descender al gran prado central, admirando la cascada y el pequeño arroyo. Siguiendo hacia la izquierda, a lo largo del catalejo frente a la villa, se puede admirar el Abismo de Polifemo, las murallas neogóticas y la torrecilla.
Pero lo que hace que los Jardines de Villa Reale sean tan valiosos desde el punto de vista naturalista son los Gigantes Verdes: árboles centenarios como robles, cipreses, castaños de indias y cedros del Líbano.
El Templo Dórico
De inspiración clásica, según las intenciones de Piermarini, el templo es la pieza central del pintoresco paisaje y sirve de mirador al paseo que conduce al lago. De forma circular y con un pronaos rectangular, el pequeño edificio es también un lugar de descanso ideal gracias a su posición elevada en la loma, entre el follaje de árboles y arbustos.
La Torretta
Deseada por Canonica en el siglo XIX en estilo medieval, fue construida con materiales recuperados de Milán. El edificio, rectangular y de dos plantas, está decorado con almenas y se completa con una torre con mirador superior. La torreta, a menudo representada en grabados y fotografías históricas, muestra el escudo de armas de los Visconti y un bajorrelieve con escenas de caza.
Los gigantes verdes
La gran variedad de árboles centenarios ha hecho famosos en todo el mundo a los Jardines de Villa Reale en sus doscientos años de existencia.
Aquí se pueden admirar los dos robles, que figuran en la lista de árboles monumentales de Italia. Los dos grandes árboles fijan su mirada en la fachada de la Villa Reale desde hace dos siglos.
A pocos pasos, en el césped inglés, se encuentra un espléndido ejemplar de ginkgo, un auténtico fósil viviente, cuyos orígenes se pierden en las brumas de la prehistoria. Procede de China, donde forma arboledas sagradas alrededor de los templos.
Dando la vuelta, se ve la secuoya americana, con su tronco rojizo. A lo largo del paseo, siguiendo las murallas de la ciudad, se cruza el cedro del Líbano. No es un tronco, sino cuatro, que se elevan hacia el cielo con una circunferencia total de 7 metros. Es un verdadero monumento natural debido a su tamaño récord que los ojos no pueden abarcar de un solo vistazo.
El portal neogótico
Algunas partes del portal proceden de la Catedral de Milán. Recientemente restaurado, muestra una refinada decoración calada en la parte superior, con delicadas realizaciones de mármol, agujas y pináculos. El arco apuntado se embellece con capiteles góticos, burladeros cerrados, pináculos y arcos. La decisión de adoptar el estilo gótico es sintomática del deseo de la época de seguir la moda de los renacimientos.