Dar un paseo por el centro histórico de Monza es un viaje en el tiempo y la cultura, una experiencia que mezcla historia milenaria y viva contemporaneidad. En este contexto, el Arengario se erige como una de las joyas arquitectónicas de la ciudad, testigo de épocas pasadas y punto de encuentro de residentes y visitantes.

Empezando por el Arengario, nos encontramos ante un imponente edificio de época medieval que ha visto pasar la historia de Monza. Originalmente utilizado como lugar de reunión pública y de justicia, el Arengario aún conserva su aura de importancia histórica.

Caminando por las calles empedradas del centro histórico, uno se sumerge en la atmósfera de tiempos pasados, observando las fachadas de casas antiguas que cuentan historias de comerciantes y artesanos, nobles y plebeyos. Las plazas están animadas por cafés y restaurantes que invitan a quedarse, disfrutando de platos tradicionales lombardos.

En el corazón lombardo.

Custodio del tesoro que ha dado fama a Monza a lo largo de los siglos, el Duomo debe sus orígenes a la reina longobarda Teodolinda. Presenta una espléndida fachada con rosetón y paneles calados. En su interior, una capilla alberga la Corona de Hierro Forjado, símbolo del fundamento sagrado del poder real. No se pierda el Museo del Tesoro: 14 siglos de arte e historia entre obras maestras de Occidente. 

Setecientas habitaciones, un parque centenario, para un palacio en el verde. Encargada en 1777 por Fernando de Habsburgo como residencia de campo, Villa Reale se construyó en sólo tres años.

El autor es uno de los mayores intérpretes del neoclasicismo, Giuseppe Piermarini. Entre las maravillas secretas de la Villa se encuentra la rosaleda, que desde 1965 atrae a expertos de todo el mundo con un concurso internacional. En cifras: 4.000 nuevas variedades de rosas desde la primera edición. Entre los mecenas, Grace de Mónaco y la premio Nobel Rita Levi Montalcini. A descubrir, en mayo, con visitas también nocturnas. 

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La fiebre del Gran Premio

Es el circuito más rápido de la Fórmula 1: 5.793 metros de pura emoción. Ver la carrera abarrotado a lo largo de la pista o en las gradas es algo así como un ritual colectivo. Durante el resto del año, el circuito está abierto al público.