Edificada en la primera mitad del siglo XIV en sobrio estilo cisterciense, la iglesia dominica de San Pedro Mártir fue anexionada a un convento, ya fundado en 1280, que más tarde se convirtió en sede del tribunal de la Inquisición. El interior de tres naves fue restaurado durante el siglo XX para recuperar su disposición original, con pilares cilíndricos alternados de piedra y terracota. La renovación devolvió numerosos fragmentos de frescos del siglo XIV, atribuibles a pintores lombardos influidos por Giotto. El exterior, que da a la plaza con el monumento al pintor de Monza Moisés Bianchi, fue restaurado en el siglo XIX en estilo neorrománico, mientras que el antiguo claustro visible desde el interior de la iglesia se conserva perfectamente.